lunes, 31 de octubre de 2011

Pascual y su debut como asador.

Revisando los miiiiiles de post que tengo a medio empezar, vi uno que estaba listo y se me pasó, así que acá va el intento de documentar cómo fue mi primera experiencia "asadística", realizada en las vacaciones a principio de año y de la que me siento muy orgulloso.


El viernes pasado era nuestro último día en la hostería de Icho Cruz (la página parece la de Homero, pero la hostería está muy buena y recomendable), y como el día estaba nublado y había poca gente luego de una lluvia terrible la noche anterior, pensamos que sería una buena idea hacer algo a la parrilla. El inconveniente se daba en que si bien tengo toda la teoría gracias a mi tío Hugo y mi abuelo Cayetano (asadores oficiales de los domingos y fechas importantes en la familia Urquiza), nunca se me había dado la oportunidad de hacerlo yo solito, desde poner las ramitas hasta retirar la carne sin quemarla ni que mujiera.

Así que, como no solo estaba en juego calmar los ruidos de nuestras panzas (a mate no se puede vivir) sino mi hombría, salimos al centro del pueblo (4 cuadras asfaltadas, no pidan más) a conseguir todos los ingredientes. Aquí una mini-lista para que tomen como referencia:
- Una bolsa de leña (a la Srta V le cae mal la carne realizada con carbón, y lo que es peor, si llego a cocinar un asado con carbón en mi familia me sacan el apellido)
- Fósforos
- Ensalada (hubiese sido espectacular que sea de tomate y cebolla como dicta la ley, pero hubo que conformarse con zanahoria, tomate y lechuga)
- Pan (para llenarse si fallaba el asado, nos hacíamos un café con leche y pan mojado)
- Un kilo y cuarto de vacío (mi cálculo era optimista y exagerado)
- Vino tinto, marca y calidad reconocida (nada de tetrabrick, por favor)

No conseguimos los encendedores de fuego (los que son como unos carboncitos, no el calorito gigante ese) así que la tarea se iba a complicar un poco... La leña que compré era grande, muy buena, pero imposible de prender sin maderitas más chicas. Las que había en la parrilla estaban más húmedas que si hubiesen quedado a plena lluvia el día anterior. Igualmente, se rescató lo que se pudo y se armó la base del fuego, punto crucial de todo el proceso "asadístico". Para reforzar el papel de diario también húmedo, un chorrito de alcohol (y un trago de vino para el asador).
A los 30 minutos de infructuosamente intentar mantener el fuego, corté por lo sano y desarmé todo para empezar de nuevo, al grito de "humedad del o...!!! la p.. que la parió a la lluvia de anoche" y otros improperios.
Esta vez, hice la "casita", con mucho papel y las ramitas que se habían secado un poco del intento anterior... un poco de aire por aquí, otro trago de vino por allá, y ahí si prendió y se mantuvo lo que sería la piedra angular de mi asado.
Luego de la batalla, viendo las llamas elevarse

Un poco más tranquilo porque al menos el fuego avanzaba, me dediqué a comparar mi fuegazo contra los que hace Francis Mallman. Claro, a ésta altura, ya me había tomado una botellita de vino, por lo que son entendible éstos momentos filosóficos. Mientras tanto, se empezaron a ver unas buenas brasas que rápidamente moví bajo la parrilla, con una destreza inaudita (y eso que estaba sentado, porque me cansé de estar parado al lado del fuego). Pasados unos minutos, y con todo el piso (tanto de la parrilla como del quincho) lleno de brasas, puse el pedazo de vacío invocando a los dioses y pidiendo por favor no cagarla en lo que quedaba del ritual.
 Llamas, brasas y el pedazo de asado descansando sobre la parrilla.

Luego de unos minutos, otro grito más pero para pedirle a la Srta V que prepare la ensalada y ponga los platos, que aunque no lo creyese, ya estaba listo el asado (según mi reloj, eran como las 15hs). Ya sentaditos y en compañía de un canino que acertó pasar por ahí, nos dedicamos a disfrutar semejante manjar que me salió. Debo reconocer que me hice el banana y puse más brasas en una parte del asado para que saliera un poco más seco (como le gusta a ella) y el mío más jugozo (como debe ser un asado)... por suerte la jugada salió bien y quedó como lo pensé. Si la llegaba a cagar ahí, el pichicho iba a disfrutar de un kilo y medio de vacío mientras nosotros le dábamos al mate con pan.
 El asado en su punto justo.

Y colorín colorado, éste asado ha terminado.