viernes, 22 de enero de 2010

Sobre genios y desaparecidos

Jay Jay me envió éste mail hoy y me pareció excelente. Es una nota de Ari Paluch, que publicó El Cronista.

El pasado martes 19 de enero tras ofrecer una particular conferencia de prensa, en la que más que responder las preguntas de los periodistas, era ella quien parecía formular el interrogatorio, la Presidenta de la Nación dio por terminado el encuentro con los medios, a los que retó y maltrató, para trasladarse a un acto en la biblioteca Nacional de Buenos Aires. Durante el mismo, Cristina Fernández mucho más a gusto frente al auditorio que durante la rueda de prensa, recibió elocuentes muestras de afecto de parte de quienes estaban en el lugar, una de las cuales derivó en una frase muy poco feliz de la primera mandataria, más allá que luego de pronunciarla se percató de la gravedad de sus expresiones, las que intentó corregir, no con demasiada fortuna.

Convengamos que nadie está exento de decir algo de lo que después pueda o quiera arrepentirse, y que es de buen cristiano intentar reparar el error o el daño cometido ni bien se toma conciencia. Además este tipo de situaciones son mucho más probables de ser protagonizadas por personas muy expuestas, de alto perfil y en momentos en que son aupadas por el cariño de los espectadores o concurrentes a un acto político.

De igual modo así como los pensamientos que una persona suele tener, terminan por caracterizar los acontecimientos que tendrá que enfrentar (Somos lo que pensamos), los exabruptos que un individuo suele repetir, terminan por definir y hasta sincerar a esa persona. A esta altura de la historia, no es novedoso señalar las dificultades que presenta nuestra presidente para ser una persona moderada, humilde y respetuosa de las formas, las normas y por sobre todas las cosas de quienes aun de buena manera puedan discrepar con ella.

Cuando una fan le gritó ‘genia’ (en realidad la palabra genio se utiliza por igual en masculino y femenino) Cristina Fernández, movida por el impulso, replicó que ojalá pudiera serlo, para poder hacer ‘desaparecer’ a unos cuantos. Poco después, conciente del disparate político (o no es acaso ella la presidente de los derechos humanos?) se corrigió, aclarando en dos oportunidades que ella es mortal (como si alguien no lo supiera) y que ya la Argentina tuvo suficientes ‘desaparecedores’ (palabra que no existe en el diccionario de la Real Academia Española) algo que nadie en su sano juicio podría desmentir.

El ego y el genio

Valga lo sucedido a nuestra Presidenta para revisar un proceso del que todos nosotros somos partícipes y que por ende no solo afecta a quienes nos gobiernan. Cuando somos visitados por el genio, esa genialidad es la que excluye al ego. No debe de olvidarse que no hay espacio suficiente para ambos. Siempre es bueno recordarlo, ‘el genio excluye al ego y el ego excluye al genio’. En la vida podemos fluir con nuestra fuente creadora y dar lo mejor de nosotros en sintonía con el universo. Cuando eso sucede, estamos inspirados (En-espíritu) y el ego no puede obturar ese canal de inspiración y genialidad que nos permite naturalmente cumplir con la misión por la que estamos aquí. Por el contrario, cuando es el ego (falso ser) el que nos domina, no hay espacio posible para la genialidad, la inspiración y la gracia divina.

Permanentemente los seres podemos escoger de que nutrirnos, si lo hacemos de la fuente del ego, lo único que podemos hacer desaparecer es al genio y lo único que haremos aparecer es al empecinamiento. Si la elección fuera la inversa, el genio no hace desaparecer nada que no sea el ego. Volviendo a la historia original que inspiró esta crónica, parece cada vez más claro el porqué de la ‘tragedia argentina’, no se trata de una cuestión política, económica o moral. Es sin temor a equivocación alguna, una cuestión de índole absolutamente espiritual, por la que quienes deben velar por los intereses de la Nación y no por los propios, siguen poniendo al ego por encima de su misión.

Cuando la Presidenta dice que no es una ‘genia’ debería aclarárselo a sí misma, ya que la forma en la que ella y su marido, gobiernan la Nación es propia de quienes se consideran así mismos genios iluminados que no necesitan del consejo de nadie. Por otro lado cada vez que el matrimonio presidencial proyecta su deseo de perpetuarse en el poder, parecería que más allá de los dichos de la presidente en la Biblioteca Nacional, se creen inmortales.

Tal vez la solución a las miserias de muchos de nosotros podría ser, levantarnos cada mañana y al mirarnos al espejo decirnos que no somos ni genios, ni inmortales y recién ahí entregarnos a nuestra misión y ponerla por arriba del ego.



ACA la nota en la edición digital del diario.

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